La firma de acuerdos y tratados, partidas de cartas en las que el botín eran unos doblones de oro, tertulias en las que se discutía de todo (hasta de lo que no se puede discutir), sobremesas en las que las bebidas espirituosas copaban todo el protagonismo. La mesa, sin lugar a dudas, ha tenido un hueco más que relevante a lo largo de la historia y sin miedo a equivocarnos podemos asegurar que lo mejor está por llegar.
El vanguardismo y la modernidad conquista adeptos a su paso, ávidos de nuevos diseños, aplicaciones y usos. Y en lo que se refiere a este mueble ancestral no va a ser menos. No obstante, para entender el futuro, hay que conocer el pasado. Parafraseando a Shakespeare, el pasado es un prólogo.
La mesa surge de la imperiosa necesidad del hombre de sostener objetos a una altura cómoda para su uso. Para conocer su origen tenemos que remontarnos hasta la época de las cavernas, donde los rituales místicos y religiosos giraban en torno a lo que se podía asemejar a una mesa. Las hay desmontables, de mármol, de anchos pedestales, con patas en forma de balaustre, con patas torneadas, abatible, adornadas con incrustaciones… desde la Edad Media, nuestra protagonista se ha ido adaptando a las necesidades puntuales de aquellos que la necesitaban.
En la actualidad, el diseño, la creatividad, la originalidad y la usabilidad priman a la hora de elegir una mesa. A modo de ejemplo os dejamos una de ellas que, por su facilidad de uso, polivalencia y funcionalidad nos ha encantado. ¿Qué os parece?